La música prohibida: corridos, narco cultura y realidad mexicana

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México es un país con una historia y una cultura vastísimas. La fusión de dos mundos, allá por el año 1500, dio origen a una amalgama de pensamientos, costumbres y comportamientos que hoy nos definen como nación. Desde los tacos hasta el mariachi, pasando por una idiosincrasia única que se tornó aún más peculiar en el siglo XIX, cuando nuestro vecino del norte anexó parte de nuestro territorio.

Y esos son solo dos ejemplos dentro de la riqueza cultural que se extiende por un territorio tan vasto y lleno de vida. Pero si hay algo en lo que muchos mexicanos coincidimos, es en nuestra música. Dudo que exista alguien que no haya cantado alguna vez “La Cucaracha”, “El Rey”, “Las Nieves de Enero” o “La Bota”. Aunque el género conocido como regional mexicano no sea del agrado de todos, se ha internacionalizado, como ya lo hemos comentado en entradas anteriores.

Este género ha experimentado transformaciones importantes y se ha consolidado como uno de los más escuchados a nivel mundial. Sin embargo, recientemente ha comenzado a recibir mayor atención política y mediática. En los últimos meses, el gobierno de Estados Unidos declaró a algunas organizaciones del narcotráfico como grupos terroristas, lo que puso en la mira a los artistas que dedican sus letras a estos grupos en los llamados corridos tumbados. Un caso reciente ocurrió el 29 de marzo de 2025, cuando el grupo Los Alegres del Barranco, durante un concierto en Guadalajara, proyectó imágenes de integrantes de un grupo delictivo. Como consecuencia, el gobierno estadounidense canceló sus visas personales y de trabajo.

México vive actualmente una ola de violencia sin precedentes. Lamentablemente, hemos aprendido a convivir con ella. En este contexto, el gobierno ha emitido “recomendaciones” para evitar tocar o escuchar música que haga apología de la violencia. Algunos estados como Nayarit, Baja California y Chihuahua la han prohibido tajantemente. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿realmente prohibir este tipo de música es la solución?

La prohibición, históricamente, genera controversia y, con ella, un aumento en el consumo. Es una premisa básica que ha demostrado su ineficacia una y otra vez. No se trata de justificar lo prohibido, pero podemos recordar casos como el del opio en Inglaterra, que incluso derivó en guerras; la prohibición del alcohol en Estados Unidos, que dio origen a figuras criminales como Al Capone; o el caso más reciente de la marihuana, cuyo camino ha transitado desde la clandestinidad hacia la legalización.

La narco cultura es, en esencia, el reflejo de una sociedad marcada por la corrupción, la pobreza y el abandono institucional. Pero no es la única causa, ni el gobierno es el único responsable. La falta de empatía, la normalización de la violencia y la ausencia de un tejido social sólido también son parte del problema. Aunque seguimos siendo un país amable y generoso, hemos perdido, en muchos sentidos, la solidaridad que nos caracterizaba. Esto ha dado paso a un sector de la población que ha encontrado en el crimen una forma de vida rentable, en la que sus nombres son admirados, temidos y, en algunos casos, celebrados.

Es importante señalar que México no cuenta con una larga historia de estabilidad sociopolítica. Durante gran parte de los más de 200 años desde su independencia, la nación ha estado marcada por guerras, levantamientos y crisis, lo cual ha convertido a la violencia en un factor común. No fue sino hasta el siglo XX que una relativa paz permitió la aparición de una nueva ideología.

Regresando más atrás, a la Revolución Mexicana en el siglo XIX, encontramos que una de las principales formas de narrar sucesos era a través de los corridos. Estos cantaban el fin de la opresión, la vida de los revolucionarios y las hazañas de personajes populares. Su autoría, en su mayoría, es anónima, pues se compartían oralmente en los campamentos de guerra. La Adelita, Valentín de la Sierra y El corrido de Pancho Villa son solo algunos ejemplos que definieron este género como el canto del pueblo.

A partir de esta tradición, surgieron décadas más tarde, en los años 70 y 80, artistas como Los Tigres del Norte y Chalino Sánchez, quienes construyeron un repertorio basado en historias reales y ficticias sobre el narcotráfico. Sus canciones despertaron una aceptación sin precedentes, pues conservaban ese espíritu narrativo revolucionario, ahora adaptado a una nueva realidad. Aunque populares, la apología de la violencia en estos temas no era tan explícita como lo es ahora, con la evolución hacia los narco corridos, corridos tumbados y demás subgéneros surgidos en el siglo XXI.

México ya tiene antecedentes en cuanto a la censura musical. Géneros como el rock fueron prohibidos en su momento, lo que llevó a absurdas persecuciones contra quienes lo escuchaban. Como respuesta, surgieron los llamados “hoyos funkys” durante la década de los 70, donde los jóvenes se refugiaban para disfrutar de su música.

En conclusión, el arte es una representación de la sociedad en cualquiera de sus expresiones. Y la música, tal vez más que ninguna otra, tiene el poder de permear en lo profundo de la identidad colectiva. Prohibir un género musical no resolverá un problema tan complejo y arraigado como la violencia. El pensamiento creativo del ser humano siempre encontrará formas de expresarse, de crear, de denunciar, de cantar lo que ve, lo que vive, lo que siente. La mente no se puede censurar. Eso no significa permitir la libre acción de los infractores de la ley, pero sí es fundamental entender que la música no es el enemigo a vencer.


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